Reflexiones sobre los clásicos: Rousseau

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martes, 16 de noviembre de 2010

Beth Marín

Beth Marín Grupo 23 Juan Jacobo Rousseau: El contrato social Tal como lo expone al principio del libro I, el objetivo de esta obra es “investigar si dentro del radio del orden civil, y considerando a los hombres tal cual ellos son y las leyes tal cual pueden ser, existe alguna fórmula de administración legítima y permanente” , lo cual marca la diferencia en cuanto a Locke y otros autores cuyas premisas se basaban en cómo deberían ser las cosas y no en cómo realmente son. Para comenzar, Rousseau expone que los hombres han sido libres desde el nacimiento, pero que, a pesar de ello, siempre se encuentran encadenados. Esto se explica a través del convenio en el cual se hace partícipe para obtener otros beneficios, como ya se explicará más adelante. En acuerdo con los clásicos, el autor dice que la primera forma de organización es la familia, así como es también la más antigua y los padres tienen obligaciones para con sus hijos (como menciona Locke), y que esta relación termina en el momento en que la necesidad de los hijos lo hace; pero sin embargo, pueden convenir permanecer con sus progenitores. De esta forma, el padre asemejará al gobernante y los hijos al pueblo; aunque el padre los cuidará por amor paternal y el gobernante lo hará por el mero placer de gobernar. Un punto que me agradó bastante de Rousseau, es que, a diferencia de Aristóteles, él opina que todos los hombres son iguales, por lo que no es posible que se dé la esclavitud; contrario al segundo, que aseguraba que había individuos a los cuales desde su nacimiento se consideraba esclavos. Los poderes legítimos son aquellos dados por convención y no por fuerza, y sólo ha de obedecerse a éstos. Es así como los hombres no ceden su libertad, sino la venden, por lo menos, a cambio de su subsistencia; y es aquí cuando es prudente explicar el término de ‘enajenación’, el cual se refiere a ceder o vender: dar algo a cambio de otro algo. De esta forma no se podrá enajenar la libertad de un Estado a otro, puesto que no se recibirá ese ‘algo’ a cambio: si se llegase a ceder por nada, será por culpa de la locura; lo que recuerda al TLCAN entre México y Estados Unidos de América, ya que el gobierno de nuestro país enajenó su mercado por nada: siempre ha sido Estados Unidos el que se ha beneficiado de este tratado, mientras la economía nacional decae cada día más perjudicando al pueblo. Retomando a Locke, Rousseau habla del derecho paterno, donde el individuo puede enajenar su libertad, pero no la de sus hijos. Por eso se dice que este derecho tiene límites que se relacionan con la conservación y la libertad de los hijos, y es precisamente por esto que el Estado tampoco podrá enajenar la libertad de sus súbditos, puesto que esta acción sería arbitraria. Si regresamos al ejemplo del TLCAN, veremos que el gobierno de México enajenó en parte la libertad de sus ciudadanos, ya que al permitir la entrada de productos norteamericanos limitó la producción de los mexicanos afectado su economía, pues no sólo les impidió comerciar sus productos con la misma libertad como lo hiciera anteriormente, sino que los obligó a consumir los extranjeros a un precio más elevado. Una de sus máximas es “Renunciar a la libertad es renunciar a su condición de hombre, a los derechos de la humanidad y aun a sus deberes” , la cual se explica como la libertad es lo más sagrado que posee el ser humano y por tanto, perderla, es semejante a perderlo todo. Otra diferencia que este autor presenta en cuanto a otros, es que define que “la guerra no es una relación de hombre a hombre, sino de Estado a Estado” , donde son los mismos hombres los que se convierten, por accidente, en soldados enemigos; y un Estado no puede tener a un hombre por enemigo, ya que su naturaleza es distinta. Si bien el objetivo de la guerra es acabar con el Estado enemigo exterminando el bien público de éste, es posible destruir un Estado sin derramar una sola gota de sangre, idea que me parece por demás respetable. Si tan solo países como Estados Unidos de América aplicaran esta idea, dejarían de perecer muchos inocentes como lo han hecho en lugares como Irak. Sin embargo, no estoy de acuerdo cuando menciona que sí se tiene derecho de matar al enemigo cuando no se le puede convertir en esclavo, ya que me inclino más por los castigos correctivos de los que hablaba John Locke respecto a reincorporar a los criminales a la sociedad. Rousseau explica que sociedad y multitud son términos distintos: mientras la primera crea grupos donde todos están de acuerdo, la segunda es un conjunto de hombres sin un fin en común. Regresando a la enajenación, es necesario que el hombre enajene su libertad, sus bienes y su fuerza para el beneficio del Estado, pero únicamente en las proporciones necesarias para obtener lo mismo de lo que se pierde. Define el contrato social como aquella asociación que defenderá y protegerá ayudándose de la fuerza común a los individuos y a sus bienes, enajenando la libertad de éstos para, de esta forma, proporcionarles aún más libertad. Dentro de las cláusulas de este contrato, todos deben dar exactamente lo mismo, así como es necesario no poner cargas pesadas sobre los demás. De esta forma, nadie tendrá nada que reclamar, pues su condición será de iguales, y por lo mismo no habrá alguien superior: todos cederán lo mismo y obtendrán lo mismo; y cederán su fuerza para obtener a cambio más fuerza aún. En México no sucede lo anterior: hay individuos que económica y socialmente se encuentran por encima de la mayoría, siendo que muchos ciudadanos ceden gran parte de su libertad al trabajar para el gobierno (u otras instituciones o por su cuenta), sin obtener las ganancias justas, recayendo así diferentes proporciones de trabajo sobre las personas. El poder soberano tiene límites, ya que no se puede privilegiar más a un súbdito que a otro; y se explica que al ceder la libertad será para obtener más, como el hecho de que el gobierno será el que defienda al pueblo de cualquier percance. Entonces, tenemos un nuevo concepto: el cuerpo soberano es la suma de los intereses particulares, donde las propiedades de cada individuo pertenecen al Estado; y es aquí donde Rousseau vuelve a retomar a Locke, pues dice que las propiedades se adquirirán cuando una persona sea la primera en establecerse en dicho lugar, siempre que no ocupe más de lo que necesite para subsistir, y será el trabajo el que dé el título de propiedad. La soberanía es inalienable, y el pueblo de ninguna forma deberá obedecer al gobierno ciegamente, ya que de lo contrario se romperá el contrato social. Así se presenta otra enorme diferencia con el pueblo mexicano, puesto que la mayoría de las personas cuestionan lo que hace y sin embargo sigue obedeciendo. Es aquí donde se aplica la famosa frase de “si el pueblo calla, es porque está de acuerdo”. También, dicha soberanía es indivisible, ya que el Legislativo deberá estar conformado de hombres excepcionales que no se dejen llevar por sus pasiones, pero que en contraste elaborarán leyes que vayan de acuerdo con el pueblo; por lo que ha de estudiarlo previamente para conocer si dicho pueblo será capaz de soportar las leyes si es que las costumbres se encontraran por encima de éstas (hecho, que, obviamente, no es aplicado en nuestro país, pues las leyes no van acordes con los tipos de ciudadanos y por lo mismo no funcionan como deberían). Siguiendo con las características de la soberanía, esta es recta siempre: va de acuerdo con la voluntad general (o lo que es lo mismo, de la mayoría). Aunque no significa que ésta nunca se equivoque, y cuando lo hace, es porque el pueblo no está bien informado y por lo tanto no podrá tomar decisiones y tampoco deliberar; entonces surgirán intereses particulares y el grupo que cuente con más miembros será el que imponga su voluntad por sobre la del resto (a lo que Rousseau llama ‘intrigas’). ¿Demasiada coincidencia con la desinformación del pueblo mexicano? Yo diría que ésta es una de las causas por las que hay ciertas familias que controlan al país, a pesar de que no conforman la voluntad general. Resumiendo: primeramente se conforma un ‘contrato’ con la suma de las fuerzas con el fin del buscar la protección del hombre; luego se realiza una cláusula donde éstos ceden su libertad y entonces surge la voluntad general, y del total de estos ‘contratantes’ se escogen a los más capaces para que representen a todos. Entonces, será el pueblo quien decida en qué momento ha de haber un cambio de gobierno y, en este caso, la voluntad general será el Legislativo (que hará leyes a favor del pueblo), y el Ejecutivo será el encargado de llevarlas a cabo (es decir, el gobierno). La definición que Rousseau da sobre el gobierno me parece muy acertada, ya que dice que es “un cuerpo intermediario establecido entre los súbditos y el soberano para su mutua comunicación, encargado de la ejecución de las leyes y del mantenimiento de la libertad tanto civil como política” , y que los miembros de dicho cuerpo se llamarán “magistrados o reyes”. Y sin embargo, también menciona que el soberano no puede hacer leyes, sino debe hacer que se cumplan: dos situaciones que, desafortunadamente, no se respetan en nuestro país, pues el Ejecutivo ni hace cumplirlas, y en ocasiones es él mismo quien las reforma sin el consentimiento de los ciudadanos (por ejemplo, todas las reformas que ha sufrido la Constitución Política a lo largo de la historia). Además, debe existir un Tribunado en caso de que el Legislativo y el Ejecutivo quieran eliminarse, pues este elemento buscará el equilibrio; y para evitar su deterioro sus miembros no deben ser muchos. Los Diputados surgen porque el pueblo se encuentra más ocupado en sus propios asuntos o porque ya no cree en el gobierno. El problema es que dichos diputados en México no son representantes ni portadores del pueblo, ya que buscan sus propios intereses sin preocuparse si sus decisiones afectan a éste, al subir los impuestos y aprobar leyes que no benefician más que a ellos. Pasando a los formas de gobierno ideales para Rousseau, dice que la Democracia conviene en un país pequeño para tenerlo más controlado, mientras que la Monarquía es mejor para un Estado grande, ya que los súbditos podrán trabajar todo el territorio para satisfacer al rey; y, sin embargo, la Aristocracia corresponde mejor a un país pequeño. Después de leer el contrato social, llegué a la conclusión de que en México las personas parecemos más súbditos (que buscan protección de sus bienes con ayuda de un gobierno severo) que ciudadanos (que buscan la libertad personal, con un gobierno suave); ya que no sólo nuestro Estado es grande en cuanto a territorio, sino que lo trabajamos para el bien de los gobernantes que se encargan de subir los impuestos y mantener bajos salarios. Además queda claro que las leyes no están hechas de acuerdo al pueblo, sino en contra de éste, y reafirmé la idea de que la situación desfavorable se debe, en parte, a la ignorancia de los habitantes; ya que como dice Locke y Rousseau, no están preparados para obedecerlas, puesto que ni siquiera las conocen como deberían. Así, México va asumiendo rasgos de una Monarquía y también del estado de anarquía, ya que el pueblo no quiere cumplir las leyes, los legisladores no hacen leyes a favor de éste, y el ejército tampoco las hace cumplir gracias a la corrupción, por ejemplo (es decir, la oclocracia). Bibliografía: Rousseau, J.J. El contrato social. Editorial Tomo, México, 2005.

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